Misery

Tengo muchas deudas literarias pendientes, en especial con autores consagrados en lo más alto. Stephen King era una de ellas. Aunque ya inicié en su día It (que abandoné al poco al no ser un buen momento lector), lo único que leí suyo fue el relato Laurie (que me pareció muy bueno, por cierto).

Tras varias recomendaciones de amigos y conocidos, terminé por guiarme también por el librero, cuando le pedí una recomendación de King. Y así salí con Misery para casa.

Con un inicio algo confuso, en el que me costó interpretar y asimilar lo que se contaba y lo que quería transmitir, pasé pronto a entenderlo y de ahí, a devorarlo en pocas horas.
Con Misery, comprendo tanto a los defensores de King como a sus detractores; ambos bandos sobre un mismo foco: el estilo.

Por el lado menos bueno: algunas partes me parecieron pesadas y podrían sobrar o reducirse.
Por el bueno: cómo hilvana el texto que de entrada se antoja denso pero que asimilas a la primera. Cómo va dejando semillas para luego cosechar. Un maestro.

Luego, está la tensión y angustia. Se siente. Se palpa. Terminaba escenas con el corazón a mil. Impredecible. Todo lo que creas que pueda pasar en una historia con dos personajes, te da la vuelta. Aunque claro, Annie Wilkes es que no atiende a la lógica; a la nuestra, al menos; aunque sí a la suya propia, así como a sus normas y convicciones que cumple a rajatabla. Una mujer de principios. Oscuros y dementes, pero principios al fin y al cabo.

Y qué decir de las escenas, digamos, más grotescas. Sí, hay momentos duros, y están tan bien transmitidos que parece que lo sufres tú. Y es por ello que la narración se teje a fuego lento, porque solo así te puede cocinar las sensaciones más horribles.

En definitiva, una historia para devorar, no apta para cualquier estómago, en la que los giros argumentales te mantendrán expectante de inicio a fin con la respiración agitada.

Sin duda, he conocido al Rey.